Discrepancias entre Deseó y Naturaleza

 “Discrepancia entre Deseo y Naturaleza”


-Nada es como nos lo han contado-


Nuestro Espíritu procede del Pleroma y ansía las cosas y costumbres del Pleroma. Nuestro Cuerpo y Personalidad proceden de la Naturaleza y ansía las cosas y costumbres de la Materia.


Frente a esa discrepancia, la Personalidad intenta recrear el Pleroma en la Tierra, dirigida por una Fuerza automática y desconocida procedente del Espíritu dormido que mora en su interior; pero el Deseo del Espíritu y la Realidad del Mundo entran en un permanente conflicto de intereses.


El Espíritu desea la Libertad del Pleroma; pero buscándola en el Mundo, mediante su Personalidad, se ata más fuertemente a la Prisión que lo retiene. Su letargo y adormecimiento no le hace ver claro las cadenas con las que se encuentra aprisionado mediante su personalidad; sí, esa interfaz que lo une a su Cuerpo permitiendo su manifestación terrestre.


Cuando la Personalidad comienza a despertar va comprendiendo que sus deseos son incompatibles con los de su Señor y que intentar cumplir con esos deseos, aquí, ahora, no beneficia a su Espíritu, mientras que a ella solo le proporciona un insignificante placer temporal.


El Espíritu tiende hacia la Libertad Plena del Anarquismo; mientras que la Personalidad busca alinearse con la fuerzas de la Naturaleza para sacar beneficio temporal en lugar de perjuicio. 


Como se puede comprobar son direcciones contrarias y cuyas fuerzas se anulan en una lucha permanente por prevalecer la una sobre la otra. 


El cumplimiento de los deseos del Espíritu en el Mundo lleva al sufrimiento, la enfermedad y la Muerte, pues el Mundo  no está diseñado para emular al Pleroma y esos deseos van en contra de las leyes naturales. Así, la promiscuidad propia del Pleroma; sin embargo, es castigada aquí en el Mundo mediante terribles enfermedades. El Espíritu tiende a volar libremente; pero si intentara, su Cuerpo, saltar de un precipicio, tras la caída, moriría irremediablemente.


El Miedo de la Personalidad, en cierto sentido, es una medida de seguridad para evitar que el Espíritu, en su ceguera y sueño, cometa actos irremediables y que pusieran en peligro la integridad de su vehículo de manifestación, el Cuerpo.


Estábamos equivocados completamente cuando se nos insistía en acallar la voz de la Mente; es decir, del Ego o Personalidad, a favor de la del Espíritu; pero resulta que éste mundo resulta extraño al Espíritu, en tanto que procede del Pleroma y, sin embargo, la Personalidad sí fue diseñada para navegar por las procelosas aguas de la Creación.


Así, que no os engañen más. Debéis de llegar a un acuerdo de consenso entre el Ego y el Espíritu, en tanto que ambos se necesitan el Uno al otro y cada uno, si van cada uno por su lado, se encuentran condenados a despistarse y perderse en el Laberinto de la Vida.


El engaño consiste en esa absurda lucha entre lo que nos ata a la tierra y el deseo de liberarnos con el fin de volar hacia lo alto. Estamos aquí por un motivo esencial: adquirir determinadas experiencias y construir, con paciencia y rigurosidad, un Cuerpo que pueda servirle al Espíritu para moverse por todos los mundos posibles, ya sean terrenales o espirituales. Ese es el Proceso de Cristificación que debería de conducir a la Transfiguración; pero ese Trabajo no se lleva a efecto manteniendo una permanente tirantez entre nuestra condición humana y nuestra condición divina; sino mediante una estrecha colaboración que, en último término, conducirá a la libertad del Espíritu y a la salvación de la Personalidad, no a su eliminación o desintegración como se nos viene, machaconamente, repitiendo.


El Espíritu necesita de la Personalidad, trabajando conforme a la reglas del Mundo, para conseguir su ansiada liberación y de la Personalidad se requiere el respeto hacia el Divino deseo de su Espíritu, con el fin de conseguir su ansiada vida eterna. Cómo ven, mis queridos hermanos y hermanas, la fratricida lucha entre la Personalidad y el Espíritu no conduce a nada bueno sino a perder el tiempo y favorecer los designios de los arcontes. Ellos son los que desean que nuestro Espíritu permanezca dormido y en permanente confrontación con su necesaria Personalidad.


Ambos, el Espíritu y la Personalidad deben de combatir en campos de batalla diferentes; pero coordinando sus movimientos sin interferir en sus respectivas acciones, con el fin de llevar a buen puerto, tanto la libertad del Espíritu encadenado en el mundo de la Naturaleza, como la persistencia de una Personalidad inteligente y que ha sabido descubrir, por sí misma, cuál es la verdadera naturaleza de su situación en el contexto del Universo. 


Así es que a tí, que me estás leyendo, cuando te digan que tienes que anular, eliminar o domesticar a tu Personalidad, recuerda que es un engaño y una entelequia, en tanto que tú eres esa Personalidad, ese gato al que los ratones de los arcontes le quieren poner el cascabel. Pretenden que sea el propio gato el que se coloque el cascabel a sí mismo, que sea la propia Personalidad la que se amordace mediante el fanatismo del adoctrinamiento ideológico y religioso.


El Espíritu posee su propia guerra en las alturas; pero aquí, en el Mundo, eres tú la Personalidad, la responsable de conducir tu batalla particular. Ambos combatiendo, en campos de batalla diferenciados; pero por una misma causa.


Así es que, querida amiga Personalidad, no intentes la imposibilidad de construir el Pleroma en la Tierra, por muchos cantos de sirena que te insten a ello. Tampoco intentes elevarte del suelo sin antes haber conseguido las alas de tu transfiguración y que se encuentran en poder de tu Espíritu. Sé humilde y lucha aquí por tu Señor que el Señor ya lucha, en otras dimensiones superiores, por su Liberación y, muy importante, por tu propio rescate. Eso es la Transfiguración y objeto final del Proceso de cristificación, donde el Señor, el Espíritu, recompensa a su Siervo, la Personalidad, por sus buenos servicios, con la Salvación y la Vida Eterna.


Frater Toni (Hermano Lego R+C)